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domingo, 4 de agosto de 2013

Relatos en primera persona -serie-






Aquello me cogió por sorpresa.  Esa tarde estaba yo cerca del yacimiento arqueológico recién descubierto:  en la arboleda de los fresnos y había numerosos cantuesos florecidos que se desparramaban por la colina. Su penetrante aroma y la viveza de su florecillas rojas, imprimían en mi ánimo una imprecisa pero muy placentera sensación de libertad y hacía que disfrutase de algo muy puro que parecía emerger desde lo más profundo de la tierra.  La sinceridad que me caracteriza, me lleva a reconocer que soy una criatura mediocre que se intimida, con gran facilidad, ante hechos muy normales. Aprovecho mi tiempo de soledad para pensar en cosas inútiles y es por eso, que me parecía estar sintiendo el espíritu de los antiguos pobladores de estas tierras sin mácula: cuando aún los hombres vivían en armonía con la naturaleza. 

 A lo lejos, una figura humana se movía avanzando por el   sendero que conduce a la fresneda.  Algo en aquella persona me resultaba tremendamente familiar pero ni, por lo más remoto, se me ocurrió pensar que era Ramón, el Tato,  quien se estaba acercando. Curiosa, lo seguí con la vista. Era un lugar muy solitario porque en aquella zona no se practicaba el cultivo  de huertas ni tampoco se trabajaba todavía en el yacimiento.  Me sentí desprotegida y fue esa idea la que me hizo ocultarme en la arboleda y alejarme del sendero. Tratando de impedir cualquier movimiento que delatara mi presencia,  me senté en el suelo.  Absorta en el canto de pájaros por mi desconocidos, no me dí cuenta de cuánto tiempo había transcurrido. De pronto, apareció ante mí el rostro atezado de Ramón que dijo:

-¡Cómo te escondes!  Y con voz melosa   continuó diciendo que me sentaba muy bien la vida en el pueblo y que estaba preciosa.  Pero en aquellas palabras se percibía un tono insolente  aunque pretendía parecer benévolo.   No es que yo quiera tergiversar las cosas como luego él sostuvo ante quien quiso escucharle.  Al fín y al cabo, yo sólo era una forastera y nadie sabía cómo era mi vida en la gran ciudad… Ramón, sin embargo, tenía fama de hombre serio: buen marido y padre de familia ejemplar.

Sentía miedo.  Algo me avisaba del peligro en el que estaba.  Al alcance de mi mano hallé una piedra que recogí sin dudarlo.  Me levanté  sin decir ni una sola palabra porque mi garganta soportaba una tensión tal que no podía hablar. Sólo pensaba en poner tierra por medio y comencé a correr: aún era joven y ágil.  También él, en silencio, comenzó a perseguirme.  Justo cuando llegué al camino, me alcanzó y para entonces ya se había deteriorado completamente   su aparente conducta melosa, de su boca salían las más atroces palabras.  Yo aún sostenía la piedra en mi mano derecha.  Con una furia tremenda se abalanzó sobre mí y yo me defendí con la piedra.  Mi golpe debió ser brutal ya que ví como la sangre chorreaba de su cabeza y me soltaba dando alaridos…Corrí, corrí y corrí como nunca lo había hecho: como nunca volveré a hacerlo.  La guardia civil tuvo que subir a recogerlo.  A mí, no sé si todos me creyeron.


Cuento para el taller de las letras mágicas, leídodo el  11 de mayo de 2012
Carmen López Huerta moderó el taller. Se tuvieron que utilizar en la composición del relato las quince palabras resaltadas. Mi resultado, el que podéis leer.

Alcalá de Henares, 4 de agosto de 2013
Texto y fotografía realizados por Franziska

4 comentarios:

Josefa dijo...

Fantástico relato: Además de buenas fotos tambien nos dejas buenos escritos.
Encantada de pasar por aquí.
Un beso.

Noelia A dijo...

Genial el relato. Intuí la razón por la que estaban en negrita algunas palabras. Alguna que otra vez participé en un reto de esta índole. Debo decir que te ha quedado estupendo. Me gustan las descripciones que hace la protagonista, un autoretrato bien acabado que no ha precisado mucho texto para redondear.
Un gusto, Franziska. Espero leer pronto otro relato.

M. J. Verdú dijo...

Franzisca, Te he dejado una acuarela en mi post http://zonailuminada.blogspot.com.es/2013/08/acuarelas-para-todos.html

Alondra dijo...

Uff!!! lo que me estaba perdiendo... Franciska he disfrutado mucho con esta cabeza imaginativa de la tortuga.

Los tres cuentos son distintos: "El encuentro" se parece a la duermevela, cuando nuestras locas cabecitas fantasean con islas paradisíacas y en la mañana tenemos la sensación de que algo del embrujo nos tocó la piel.

"La biopsia" me gustó menos, aunque debo reconocer que tiene mucho de cierto, cuando tienes la soga al cuello te vuelves más acaparador de aire y actúas con una valentía temeraria, menos mal que al ver que la soga no te aprieta tanto vas volviendo a la realidad ;)

Este último (Relatos en primera persona) me resultó delicioso, describes de forma maravillosa las sensaciones de la mujer. Además, dejas abierto el pensamiento para analizar esa faceta de los humanos de creer a quien conocemos y dudar del forastero.

¡Franziska! siempre que te leo me regalas una dosis de energía, creo que eres una persona con poco tiempo para el aburrimiento, activa y a la vez tranquilizadora y sobre todo nos demuestras que el corazón y la voluntad no tienen porque decaer con los años o los achaques.
Sabes, voy a mirarme en ese espejo y este invierno creo que voy anotarme a clases de inglés.¡Estoy harrrrrta de estar en casa!

Un abrazo muy grande y gracias por seguir al otro lado de la ventana.