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lunes, 15 de mayo de 2017

Monologo de Rosario Contreras





Algo que no me gusta es ser vieja. Porque la vejez es una traición y lo malo es que te coge mayor cuando ya no estás para nada…  y tiene sus complicaciones. No es suficiente con estar arrugada, además te conviertes en suegra. Recuerdo que antes de ser suegra, yo mostraba un rostro sonriente y parecía un poco inocentona aunque buena persona pero desde que, además de vieja soy suegra, he sufrido una metamorfosis.  Puedo enseñar dos fotografías: una  de antes; y otra posterior y veréis como es verdad.   Ser suegra imprime carácter.  Cuando llega tu hija con su novio a casa, por primera vez, te esmeras en  mostrarte como un ángel y hasta le preparas el mejor entrecot y ves que lo engulle mientras los demás (que comen un filetito tan fino que casi queda carbonizado al freírlo), ven cómo chorrea, por la comisura de sus labios, la sangre que aún fluye de la ternera. Después piensas: ¡qué que mal gusto ha tenido tu hija! pero bueno, pelillos a la mar...  Mientras no se casen, siempre hay esperanza. 
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Así es que, mujer muy práctica, al fin y al cabo, he decidido impulsar una ONG para la recogida de abuelitas bajo el lema de:

 “ponga una abuela en su vida”

Verá como, casi por encanto, usted se sentirá más joven, le brillarán más los ojos, su cutis será más terso, su cuerpo más ágil, su mente más despierta.

Instrucciones de uso de las abuelas:
Es necesario tener en cuenta que no hay que esconder a las abuelas en la cocina  y ni siquiera en el trastero, por grande que sea, cuando lleguen las visitas sino mandarlas a hacer algún crucero por el Mediterráneo, algún viajecito a las Azores, etc. 

Tener una abuela en casa mejorará la alimentación de la familia y se dejará de comer, a toda hora, esa bazofia creativa que últimamente pulula por las cocinas.  De verdad, háganme caso: “pongan una abuela en su vida”.  Si está despendola y es algo divertida y se va a la calle disfrazada de quinceañera, aún será más terapéutica.
  
Ya veis yo nací en 1934 y, a pesar de todo, estoy como una rosa. Es cierto que, algunas malas lenguas, aseguran que estoy en la edad de la mala memoria, la mala vista y el mal oído; pero yo no hago caso de patrañas… calculo que, a poco que las cosas esas del colesterol, la artritis reumatoide, la bilirrubina, la tensión, la caída del pelo,  no me incordien demasiado, podré llegar a vivir,  por lo menos, otros veinticinco años y voy a necesitar una ayuda así es que, a ver que les parece, voy a poner este anuncio:

Mujer de 83 años, reumática, con juanetes, discreto mostacho prusiano, poco pelo y mal humor, busca hombre joven, fuerte, con buena musculatura para que le suba la compra hasta un ático sin ascensor.  Se valoraría muy positivamente, dispusiera de coche y es indispensable que aporte a la sociedad una renta de 72.000 euros anuales pues con menos no se puede vivir.

El anuncio resulta un poco largo, tendré que pagarlo a plazos. Es que no me llega la pensión a pesar de lo que dice el gobierno.


Texto escrito,  el 7 de febrero de 2007


Alcalá de Henares, 15 de mayo de 2017
Publicado por Franziska en   "La tortuga de dos cabezas"